La unión que queremos

La unión que queremos

By | 2019-12-20T11:16:32-04:00 December 20th, 2019|Mensajes, Uncategorized|

Mensaje del presidente Juan Cortés Valle durante el Concilio de Delegados  de diciembre 2019 en ocasión del 60 aniversario de la unión

 

Compañeros y compañeras:

Me complace saludarlos y es un honor compartir hoy con ustedes un vistazo a las seis décadas de existencia y luchas de nuestra Unión.

Sesenta años pueden parecer poco tiempo si pensamos en los siglos que lleva la especie humana sobre la faz del planeta que llamamos Tierra. En nuestro entorno puertorriqueño, esas seis décadas comprenden tres generaciones de hombres y mujeres en lucha por una mejor vida; tres generaciones de trabajadores afanándose por conquistar mejoras en sus condiciones de vida familiar y social, y también empeñados en dejar en herencia a sus descendientes herramientas y medios de superación, progreso y dignidad.

En 1959, trabajadores de la industria del comercio al detal dieron vida a un instrumento que les permitiera a ellos y a los que siguieron su ruta enfrentar al capital. Eran años en los que el comercio, los supermercados y los servicios aparecieron como fuentes de empleo. También representaron, como hoy día, oportunidades para la organización sindical.

Puerto Rico entraba en una década de grandes cambios y retos económicos y sociales. La industrialización se abría paso, en ocasiones en perjuicio de la agricultura y en ocasiones con una aureola que se entendía como desarrollo y progreso que se proyectarían al futuro. Todo esto y otros factores significaron una transformación de la clase trabajadora. Esta tuvo que ir adquiriendo nuevas destrezas para acoplarse a los cambiantes medios de producción y circulación de mercancías. También se fueron transformando las exigencias impuestas a los trabajadores en los centros de trabajo. Esa realidad económica cambiante exigió forjar nuevos instrumentos de lucha en defensa de los derechos de la clase obrera. Ese es el contexto del surgimiento de esta nuestra Unión, la Federación Central de Trabajadores, que naturalmente no ostentó entonces ese nombre, sino el de Amalgamated Meat Cutters, Local 568.

El esfuerzo, sacrificio y compromiso de aquellos primeros trabajadores, delegados y líderes en desarrollar un instrumento que permitiera enfrentar con la unidad de su matrícula el poder económico de todos los patronos los tenemos que reconocer con gratitud todos los días.

En las décadas de los años 60 y 70 del siglo pasado, nuestra unión respiró los aires de renovación que refrescaban la forjación de un nuevo sindicalismo puertorriqueño. El movimiento obrero había sido sacudido en las dos décadas previas de los años 40 y 50 por la división de la que en su momento fue la Central General de Trabajadores. Así que al irrumpir el proceso de industrialización en la vida económica puertorriqueña fue necesario inyectar bríos al obrerismo con nuevas iniciativas organizativas. El sindicalismo boricua procuraba un cauce propio que algunas veces resultó positivo y en otras no tanto. Como todos los procesos sociales nuestro sindicalismo avanzaba en zigzags, pero consecuente con los objetivos de mejorar la calidad de vida de trabajadores y empleados. Así continúa hasta el día de hoy.

Algo que quizá todavía no ha sido suficientemente estudiado o entendido es el papel desempeñado por las uniones norteamericanas, llamadas internacionales, en el desarrollo del movimiento obrero puertorriqueño. Particularmente en lo que respecta a las últimas siete décadas del siglo pasado. No es esta la ocasión para extendernos a escudriñar en ese análisis. Pero sí es ocasión propicia para destacar como positiva y valiosa para nuestra matrícula la afiliación que sostenemos desde 1979 con la United Food and Commercial Workers International Union.

Esta relación solidaria no es excepción en la historia de nuestro sindicato. Los dirigentes de esta organización supieron vincularla desde el inicio a las luchas sindicales y sociales que ha librado nuestro pueblo. Sin pretender agotar la lista de aquellos dirigentes es de rigor reconocer las aportaciones de compañeros como Evaristo Toledo, Peter Huegel y más recientemente de Luisa Acevedo y Andrés Lloret, entre otros. Sin excepción, ellos y otros se impusieron la tarea de levantar una voz firme en defensa de los mejores intereses de nuestra matrícula, sin faltar al principio sagrado de brindar solidaridad a otros sindicatos y grupos de trabajadores en lucha.

Podemos afirmar con orgullo que hemos participado en todas las iniciativas unitarias emprendidas por el movimiento sindical puertorriqueño, que han sido varias y muy importantes. Baste mencionar al Movimiento Obrero Unido (MOU) en las décadas del 80 y 90; y el Comité de Organizaciones Sindicales (COS). A eso se suma nuestra integración a diversos comités y organismos de coordinación solidaria que han escenificado grandes movilizaciones, como marchas contra la privatización de servicios y empresas públicas y el paro nacional de repudio a los despidos masivos y abusivos de la nefasta Ley 7 del año 2009.

El interés de organizar a los trabajadores y empleados que carecían de una adecuada representación sindical ha sido constante en nuestra Unión desde su fundación. Un área del sector privado al que hemos dedicado esfuerzos y recursos es el cooperativismo, especialmente el sector de ahorro y crédito. No se trata de inmensos contigentes de empleados, pero para esta Unión los derechos de un trabajador, esté donde esté, merecen ser atendidos y defendidos con la misma firmeza y verticalidad que merecen los derechos de un centenar o un millar de trabajadores.

Por otro lado, una mirada a la hoja de servicios y luchas de este sindicato será suficiente para notar la consecuente defensa del derecho de los empleados públicos a negociar sus condiciones de trabajo. Durante décadas la legislación que autorizaría la organización sindical de los compañeros empleados públicos dio mil tropezones en la legislatura de Puerta de Tierra, y siempre acababa engavetada.

El Movimiento Obrero y esta Unión no desmayamos en este esfuerzo para que a los servidores públicos se les reconociera como empleados con derechos sindicales a organizarse, negociar y concertar actividades en defensa de sus reclamos legítimos. Fueron innumerables las gestiones que desembocaron finalmente en la aprobación de la Ley 45 de 1998 que autorizó la formación de sindicatos para la negociación colectiva en las agencias públicas que no operan como corporaciones. Hace 21 años ya de estos sucesos. Los compañeros y compañeras del sector público pudieron comprobar con hechos que disfrutar de ese derecho les rendía beneficios, y que ejercerlo orientados por un liderato comprometido se traducía en conquistas legales y materiales de importancia para sus familias.

Mientras tanto, paralelamente los gobiernos que se turnaban en el poder habían permitido que se agravara a niveles insostenibles la crisis económica y fiscal que traería graves consecuencias a los trabajadores públicos y privados. En esta crisis estamos todavía inmersos. Parecería innecesario apuntar que con ella se han afectado adversamente las condiciones de negociación de los trabajadores, asediados por el fantasma del desempleo, los despidos disfrazados como retiros voluntarios; los recortes a los derechos y beneficios logrados con tanto esfuerzo; y una secuela de males agravados por la politiquería rampante en las esferas gubernamentales. Y no podemos dejar de puntualizar las medidas abusivas y depredadoras impuestas por la llamada Junta Fiscal, ese comité de cobros que el Congreso Norteamericano revistió de poderes casi dictatoriales para arrinconar más y más a las mayorías trabajadoras de nuestro pueblo.

A esta orquestación de golpes contra los trabajadores y sus organizaciones sindicales se unió hace escasamente dos años el Tribunal Supremo de Estados Unidos en la decisión tomada en el llamado Caso Janus. Con cinco votos a cuatro los jueces decidieron que la Unión AFSCME no podía cobrar cuota por servicio al maestro Mark Janus, que no era unionado pero disfrutaba todos los beneficios negociados por el sindicato y sus compañeros de trabajo. ¡Tamaña manera de desalentar la organización, la lucha y la solidaridad entre los trabajadores! Esa decisión perjudicial y dañina al movimiento obrero está vigente y es una especie de tenaza impuesta por los grandes intereses económicos y sus centros de poder gubernamental. La idea es descuartizar los sindicatos para aplastar a los trabajadores y las trabajadoras.

Así entramos en la séptima década de vida de nuestra Unión con retos de gran envergadura que exigirán grandes y dedicados esfuerzos de cada uno de nosotros. ¿Estamos preparados todos para defender las conquistas y mantener ocupando el espacio logrado? Tenemos la obligación de lograr esa preparación y echar mano a la determinación de prevalecer por nuestro propio bien y el de nuestras familias y nuestra descendencia. El Cuerpo de Delegados es de vital importancia en esta cruzada. Será absolutamente imprescindible que inyecten ánimos y mucha confianza entre los trabajadores que representamos. Será necesario darles esperanzas basadas en hechos y afianzadas siempre en la perseverancia y en la justicia que siempre ha acompañado los combates de la clase obrera.

En los pasados años y meses hemos modernizado esta Unión. Ha sido un proceso que podríamos equiparar como la evolución del boletín u hoja suelta volante a la internet. No hay forma de evadir la necesidad de acoplar el sindicato a las actualizaciones de la cibernética y las comunicaciones para organizar, “escuchar” y ocupar con eficiencia un espacio sindical en el siglo 21 en un mundo globalizado.

Unido a esto son muchos los esfuerzo con alto nivel de responsabilidad para mantener las finanzas de nuestra Unión. Les señalo que cada uno de ustedes recibió un informe económico al 30 de noviembre de nuestros activos; demostrando que aunque somos una Unión pequeña en matrícula hemos mantenido unas finanzas saludables en la mejor tradición de la FCT.

Unidos, militantes, resueltos y convencidos de que nuestra causa es justa podemos hacer muchas cosas positivas. Lo hemos probado durante sesenta años. Lo único que no podemos hacer y ni siquiera podemos considerarlo es rendirnos. Las dificultades no desaparecerán porque como ha dicho un gran poeta puertorriqueño, “la vida es lucha toda”. Tampoco puede mermar, sino consolidarse y fortalecerse, nuestro deseo de lograr una mejor calidad de vida en todos los ámbitos.

Y es importante que no restemos méritos ni importancia al trecho caminado desde 1959 a esta parte. Esta Unión tiene reconocimiento nacional y participación en diferentes frentes de lucha social y política. Son ciertos y enorme los retos. Ahí están la embestida patronal persistente, la mutilación de derechos causada por la Ley 66 y la Ley 4, y otros frentes de ataques abiertos por los patronos y apoyados o impulsados por el gobierno contra los trabajadores y sus organizaciones sindicales.

Esta Unión y las uniones fraternas tienen el deber inexcusable de preservar el espacio de lucha arrancado con esfuerzos de muchas décadas y varias generaciones. La nueva dirección que asumirá las riendas de esta Unión a partir de enero del 2020 tiene ante sí delineada una agenda de trabajo ineludible: garantizar para los unionados y unionadas el espacio de acción concertada conquistado. Para ese proyecto cuenten con nuestra participación y apoyo.

Recordemos y hagamos recordar a nuestra matrícula que sin lucha no hay victoria; que sin unión no hay fuerza; y que sin fuerza unida y organizada los trabajadores quedamos siempre a merced de los ventarrones que desaten los patronos cada vez que crean necesario apuntalar su sistema de privilegios. Si los trabajadores del siglo 19 se hubiesen achantado ante las golpizas y las persecuciones con las que los patronos de entonces quisieron ahogar los justos reclamos de condiciones dignas en los talleres de trabajo, jamás se habría logrado la jornada laboral de ocho horas, y la palabra vacaciones, así como la protección de la salud de los trabajadores serían delitos. Y si los que hoy trabajamos en oficias y fábricas no defendemos a brazo partido aquellas conquistas y las que a partir de entonces hemos logrado, tengamos la seguridad de que la clase patronal y el gobierno a su servicio no vacilarían en borrarlas todas de un plumazo y, si se lo permitimos, implantarían un régimen esclavizante al estilo del siglo 19 o los siglos previos. Hay que estar en guardia para que no se convierta nunca en realidad el deseo de las clases poderosas de que los trabajadores vivamos para trabajar, en vez de trabajar para vivir.

Esta Unión nació hace 60 años inspirada en un afán por conquistar justicia social. Ese ha sido el marco de nuestro empeño y debe continuar siéndolo para honra de quienes nos precedieron y para bien de los que transitarán por las gloriosas veredas de luz y lucha de la clase obrera puertorriqueño.

Finalmente compañeros y compañeras, hoy reafirmamos aquí, nuestro compromiso personal y colectivo en ese tenaz, firme e inquebrantable esfuerzo por la justicia social tan atesorada por nuestros antecesores en sus comienzos y por la Unión que queremos siga siendo en los años por venir. Muchas gracias, compañeros y compañeras.

¡QUE VIVAN LOS TRABAJADORES Y TRABAJADORAS!

¡QUE VIVA LA FEDERACION CENTRAL DE TRABAJADORES!