Publicado en El Nuevo Día
“Predicar moral es cosa fácil; mucho más fácil que ajustar la vida a la moral que se predica”” Arthur Schopenhauer
Los altos salarios de los jefes de agencias, los puestos a los amigos y familiares, los contratos en la legislatura y el lujo en los gastos de operación de la Junta de Control Fiscal (JCF) nos confirman cada vez más que la austeridad es solo para la clase trabajadora.
Resulta inadmisible que se justifiquen esas acciones cuando este gobierno y la legislatura le quitaron el derecho del pago por horas extra a empleados del sector privado que cobran el salario mínimo asignados a trabajar los domingos, y a empleados de gobierno, quienes pese al peritaje y la experiencia cobran sueldos bajos porque no se banderizan con uno u otro partido.
Es inmoral que nos digan que la administración ha ahorrado $1.4 millones en los salarios de los jefes de agencias cuando se compara con los recortes multimillonarios a los beneficios de los y las trabajadoras. Esa es una cifra insignificante, es un sarcasmo y una insensibilidad de esta administración.
El Gobernador le falta el respeto al pueblo cuando intenta justificar lo injustificable diciendo que hay jefes de agencia que trabajan en más de una instrumentalidad. Sepa usted que mucha de nuestra gente tiene dos y tres trabajos, pero ni siquiera sumándolos llegan a ganarse los miles que cobran estas personas de la administración.
Cuando un servidor público llega al gobierno es a servir, no a servirse. Esa es la máxima de sana administración que deberían aprender todos. Si no estaban dispuestos a reducir su estándar de vida, pues lo correcto era no aceptar el puesto. Muchos de esos jefes de agencia ganan más que sus homólogos del gobierno federal o de los estados que no están en quiebra como Puerto Rico.
Es precisamente, la clase trabajadora la que tiene que pagar esos altos salarios, contrario a otros sectores de la economía que pueden evadir de forma impune su responsabilidad con el fisco. Además, son los trabajadores y trabajadoras los que pagamos los $60 millones que nos cuesta la Junta de Control Fiscal en contratos, oficinas de lujo y reuniones en hoteles cinco estrellas, sin contar los privilegios de su dirección ejecutiva. Somos nosotros también quienes pagamos la nómina de toda la parentela de Norma Burgos, los contratos de amigos políticos de la legislatura y los guardaespaldas de los exgobernadores.
Cada vez que el gobierno y la junta hablan de cortarle beneficios a la clase trabajadora e imponerle más impuestos, pienso en que mucha de nuestra gente ni siquiera llega a cobrar un salario de $20 mil o $30 mil. Ante ello, El Nuevo Día publicó que al menos 26 jefes de agencias ganan más que sus antecesores.
Ciertamente, en ese momento recuerdo las palabras de Arthur Schopenhauer: predicar la moral es cosa fácil.